El inicio no pudo haber sido más impactante, ya que al minuto de juego el árbitro Damir Skomina sancionó un penal a favor del equipo de Jürgen Klopp por una mano de Moussa Sissoko en el área que cortó un centro de Sadio Mané. Fue el futbolista egipcio Mohamed Salah, el mismo que la temporada pasada tuvo que salir del césped por una lesión en el hombro y vio la derrota desde el vestuario, transformó el penal en gol. Iban tan solo en dos minutos de partidos los Reds ya estaban en ventaja.
 
Tras el gol tempranero de Salah, ambos equipos empezaron a ejecutar sus planes. Los Spurs intentaron atacar desplegando a sus laterales, Kieran Trippier y Danny Rose, y generando espacios en el centro con la movilidad de Dele Alli, Christian Eriksen y Heung-Min Son por detrás de Harry Kane, que volvió al equipo titular. En tanto, los de Klopp apelaron al poderío del tridente Salah-Firmino-Mané, con el apoyo de los interiores, Wijnaldum y Henderson.
 
 
En las salidas del Tottenham, el Liverpool apostó a cercar el perímetro de Winks y Sissoko para que eviten conectar con el surcoreano Son, el jugador más desequilibrante del elenco del norte de Londres. Al recuperar el balón, los Reds eligieron salir con balones largos para que Mané y Salah exploten los espacios, pero sin demasiado éxito.
 
El Liverpool logró ganar la Liga de Campeones que no obtenía desde 2005, con lo que se convierte en el tercer equipo más ganador de la competición con seis trofeos: 1977, 1978, 1981, 1984, 2005 y 2019. 
 
Los aficionados del Liverpool no vieron el poderío ofensivo del partido de la semifinal, en el que lograron una histórica remontada frente al Barcelona de Lionel Messi. Pero hoy, lograron detener al conjunto de Mauricio Pochettino, que por primera vez llegó a una final de la Liga de Campeones. 
 
Con la Liga Premier perdida pese a la excelente temporada que hicieron, el Liverpool sanó las heridas y al final los jugadores escucharon esta noche al Wanda Metropolitano cantando: "You'll never walk alone".

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